Razones de la conquista musulmana

Si la explicación de la presencia musulmana bordea la leyenda, el dominio musulmán en los años siguientes a la batalla del río Guadalete sorprende por su rapidez y audacia, sobre todo si se tiene en cuenta el largo tiempo que necesitaron los romanos para conquistar el mismo escenario y la dificultad de los visigodos para lograr la unificación política. Ante lo insólito del hecho, no es extraño, pues, que haya surgido un buen número de hipótesis y conjeturas dirigidas a esclarecer el acontecimiento, desde las contenidas en las crónicas más antiguas, donde aún se percibe la impresión de estupor que produjo en los contemporáneos la «pérdida de Hispania» y donde la catástrofe es considerada en términos de un providencialismo histórico, hasta la moderna historiografía.

Dificultades de la Monarquía goda
La investigación histórica ha resaltado un conjunto de causas que contribuyeron al fulminante desenlace de la monarquía gótica, la mayor parte de las cuales latían en la propia organización y dinámica del reino desaparecido: inestable estructura política, origen, y a la vez consecuencia, de un continuado enfrentamiento entre el monarca y la nobleza (luchas dinásticas, intrigas, conjuras, rebeliones, institucionalización de los lazos de dependencia que anunciaban una sociedad en vías de feudalización); malestar social (incremento del agobio fiscal hasta límites insoportables, relajamiento moral del clero y la nobleza, pérdida del espíritu público en las clases dirigentes, agudización de los contrastes sociales, insolidaridad de la minoría judaica oprimida); dificultades económicas (epidemias y calamidades públicas, malas cosechas, hambre, contracción del comercio exterior, envilecimiento de la moneda), etc.

Las adhesiones internas
Parece fuera de toda duda, además, que después del encuentro de Guadalete los invasores recibieron la adhesión de algunos sectores sociales, como las reprimidas comunidades judías, a las que aquéllos encomendaron el gobierno provisional de las plazas conquistadas, o la nobleza enemiga del derrotado rey Rodrigo, mientras la mayor parte de la población, desmoralizada ante la ineficacia y corrupción administrativa, debió manifestar indiferencia, cuando no alivio, ante los nuevos dominadores.

La tolerancia hacia los cristianos
Por su parte, los musulmanes reservaron un trato especial a los cristianos, como pertenecientes a la categoría de «gentes del Libro» o comunidades no paganas, observantes de una religión cuyos dogmas se hallaban recogidos en un texto sagrado, receptor de la revelación divina, que en parte ellos también aceptaban. Sobre estos presupuestos se concertaron pactos de capitulación entre los caudillos árabes y algunos gobernantes visigodos que permanecieron al frente de sus distritos territoriales, o entre aquéllos y las comunidades cristianas; en ellos se contenían las condiciones de sumisión, casi siempre en un régimen de tolerancia que hubo de contribuir bastante a que tales pactos se generalizaran.

En virtud de dichas capitulaciones, las autoridades visigodas fueron confirmadas en sus cargos, conservaron sus extensas propiedades y la jurisdicción sobre las personas que vivían en ellas y, con frecuencia también, se les reconoció una amplia autonomía respecto del poder central, lo que haría posible la consolidación de importantes enclaves políticamente diferenciados en detrimento de la unidad del país: así ocurrió, por ejemplo, en el Sureste peninsular con Teodomiro, en torno a Tarazona y Borja con el conde Casio y, tal vez, en Cantabria con el duque Pedro. Se advierte, por consiguiente, en Al-Andalus un particularismo que explica en parte la progresiva tendencia desintegradora de la organización política de la España musulmana.

Fuente:
Manual básico de Historia del Derecho (Temas y antología de textos)
Enrique Gacto Fernández
Juan Antonio Alejandre García
José María García Marín